Ciclismo: Entrenamiento y alimentación en invierno
Para un atleta, y sobre todo para un aficionado, es imposible obtener el mejor rendimiento sin una correcta alimentación. La ciencia nos ha permitido entender la relación causa-efecto entre las funciones de nuestro organismo y el rendimiento deportivo, además de asociarlo con las condiciones ambientales.
En invierno, los ciclistas salen a pedalear con dos objetivos diferentes: algunos lo hacen para prepararse para las competiciones primaverales, otros porque disfrutan pedaleando todo el año y a cualquier temperatura. Aunque está probado científicamente que no hay diferencia entre el gasto energético de las salidas invernales y veraniegas, en las primeras solemos sentirnos hambrientos más fácilmente.
Se ha demostrado que esta sensación no se debe realmente a la necesidad de asumir más calorías, por lo que aconsejamos escuchar las señales de nuestro cuerpo de forma racional. No debemos ignorar la sensación de hambre como si de una “falsa alarma” se tratara, pero tampoco hay que complacerla cambiando excesivamente nuestros hábitos. Perder peso es incluso más perjudicial que ganarlo porque el organismo se debilita; lo más correcto es hacer frente al hambre de forma equilibrada.
La gran mayoría de los amateurs se suben a la bici por la mañana, durante los fines de semana.
A sabiendas que el desayuno es «la comida del deportista», se sientan en la mesa para engullir todo lo que pueden, con la convicción de que así podrán entrenarse como un campeón. Sí, es correcto darle la justa importancia al desayuno (a diario y sobretodo antes de un entrenamiento), pero pasarse con la cantidad de comida es un grave error; esto sólo hará que nuestro motor se ahogue. No es necesario aumentar las reservas energéticas porque el cuerpo acumulará el exceso de hidratos de carbono convirtiéndolos en masa grasa. Vivimos en la era de la alimentación específica para antes del deporte, por lo que la ciencia de la nutrición ha inventado los hidratos de bajo índice glucémico. Por este motivo, hay que intentar mantener unos hábitos alimenticios constantes, consumiendo la misma cantidad de comida a lo largo de toda la semana.
Los que entrenan incluso entre semana, en el gimnasio o con unos rodillos de ciclismo, pueden usar la estrategia de trabajar sin excesos y de nutrir los músculos después de la actividad física con un desayuno equilibrado.
Ahora que tenemos claro que atiborrarse antes de entrenar está mal, hay que saber repartir la ingesta de alimentos. Ésto es necesario para hacer frente a la falta de energía en los entrenamientos mañaneros en invierno, empezando desde el principio.
Nuestro organismo asume el entrenamiento por la mañana como un esfuerzo intenso que se desarrolla mucho después de una comida importante, como es la cena de la noche anterior, y a poca distancia del desayuno. En estas condiciones, las reservas de glucógeno hepático son mínimas y el cuerpo recurre a las reservas de glucógeno muscular para contener su carencia.
El cuerpo empieza a consumir azúcares desde los primeros instantes. Para evitar una bajada del rendimiento debida a la falta de glúcidos, es necesario empezar, desde la primera hora del entrenamiento, a consumir barritas energéticas u otros alimentos sólidos, fáciles de masticar en las condiciones invernales. Geles y otros productos de textura similar son más recomendables en los meses más calurosos.
Entre las barritas disponibles en el mercado, los productos a base de maltodextrina y fructosa son más indicadas que las que contienen glucosa y fructosa. La recuperación tiene que seguir incluso después del esfuerzo para limitar los dolores en las piernas. Para conseguirlo, hay que consumir un producto energético a base de hidratos y vitaminas, que restablecerá rápidamente las reservas energéticas y el tono muscular.